La recreación, en el adulto mayor, ha
de entenderse y apreciarse como algo más allá de lo simplemente personal, en
cuanto al empleo del tiempo libre ha de verse más bien como una acción que
proyectada desde lo social puede crear las condiciones que faciliten la
elevación de la calidad de vida de estas personas, y contribuya al desarrollo
de estilos de vida más saludables y autónomos a esta edad.
Un enfoque simplista de la recreación
en la tercera edad, nos llevaría a considerarlas como una mera opción
individual del tiempo libre, y dejaríamos de apreciar su carácter
desarrollador, por los niveles de participación y de actualización que pueden
generar; sobre todo si se les considera como recurso potenciador, herramientas
de acción social que permiten elevar el bienestar y la calidad de vida de las
personas de la tercera edad. Los sujetos que envejecen adecuadamente utilizan y
disfrutan de todas las posibilidades que existen en su entorno social y en sus
propias personas, y están preparados para aceptar, sin claudicar, las propias
limitaciones, la disminución de sus fuerzas y la necesidad de recibir algún
tipo de ayuda; pero no renuncian a mantener, dentro de rangos razonables y
posibles, determinados niveles de independencia y autodeterminación.
En la tercera edad, la actividad
física-intelectual y el interés por el entorno canalizadas a través de
actividades de recreación y ocio productivo, favorecen el bienestar y la
calidad de vida de los individuos.
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