La incontinencia urinaria es
una pérdida involuntaria de orina
que causa algún tipo de molestia a la persona, generalmente porque se produce
en un momento y/o lugar no adecuados. La incontinencia urinaria no se considera
una enfermedad peligrosa, pero hay ocasiones en las que la incontinencia puede
ser síntoma de una patología seria –por ejemplo, la esclerosis múltiple–, y no
un mero inconveniente. También puede ser señal de algún problema en el conducto
urinario que puede mejorar si se plantea un tratamiento correcto.
La incontinencia urinaria supone
la pérdida de una función fisiológica, la continencia urinaria, que se
“aprende” en la infancia y que es posible por la coordinación de la vejiga (que
almacena la orina) y la uretra (que sirve de canal de salida de la orina). La
continencia urinaria existe cuando nuestra uretra puede aguantar la presión que
ejerce la orina contenida en la vejiga hasta que decidimos vaciarla
voluntariamente una vez que hemos recibido el reflejo de la necesidad de orinar
(las “ganas”).
Para que exista continencia en
la persona mayor, deben darse una serie de circunstancias:
-Que la vejiga esté en
condiciones de almacenar la orina adecuadamente.
-Que la uretra esté en
condiciones de vaciar la vejiga adecuadamente.
-Que la persona tenga la
capacidad cognitiva de percibir las “ganas” de orinar.
-Que la persona tenga la
motivación suficiente para orinar.
-Que la persona tenga acceso
fácil a un lugar adecuado en el que orinar.
-Que tenga la movilidad y
destreza suficientes.
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